Una actitud inmoral

En las últimas horas se ha vuelto a escuchar que el nivel de los integrantes del Poder Legislativo es muy bajo, y prueba de ello es la gran cantidad de hechos de violencia que acontecieron en los últimos años en las propias Cámaras.

El debate es reiterativo y resurge cada vez que acontece un hecho que roza con lo pugilístico, como lo fue el pasado martes el enfrentamiento entre los diputados Alvaro Vega (MPP) y Sergio Botana (Partido Nacional); el año pasado entre Luis Alberto Lacalle Pou (Partido Nacional) y Juan José Domínguez (MPP), anteriormente en la Cámara Alta entre Leonardo Nicolini (CAP-L) e Isaac Alfie (Partido Colorado), y la lista se torna interminable si vamos a anteriores legislaturas.

Los nostálgicos siempre dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero no olvidemos que esta ha sido la legislatura en la que más leyes se han votado en toda la historia del Parlamento Nacional. El trabajo ha sido prolífico, sin duda alguna, el del oficialismo y el de la oposición. Incluso si vamos al tema gastos, estamos ante el cuerpo más austero, por lo menos desde el advenimiento democrático a la fecha.

En cuanto al nivel de debate legislativo, puede argumentarse que los actuales son peores que los de administraciones pasadas; en este punto es difícil ingresar y lograr comparaciones objetivas en forma exitosa. Aunque mi opinión es que cada cuerpo ha tenido lo suyo, aspectos positivos y negativos; no todo tiempo pasado fue mejor.

Los hechos de violencia siempre son deplorables, sean en el ámbito que sean, y el legislativo no es una excepción. Es totalmente injustificable que dos personas, elegidas por la ciudadanía en este caso, tengan que acceder a la fuerza bruta para hacer prevalecer sus ideas. Descarto que sea un atenuante el fervor y la pasión al que se llega en medio de un debate acalorado. Pero analizando el incidente que se produjo ayer, condeno las actitudes violentas de Botana y Vega, pero lo que aún es más deplorable es la arenga de la diputada nacionalista Sandra Etcheverry.

La diputada blanca, autoproclamada en innumerables ocasiones como defensora de los menores del INAU, testigo del hecho de violencia, en vez de calmar los ánimos se dedicó a “dar púa”, como se dice en el barrio, para que la pelea se hiciera efectiva y posiblemente así saciar sus deseos mórbidos. Etcheverry, con este comportamiento, demostró no alcanzar siquiera el nivel de los que sí han llegado a los puños en anteriores sesiones del Palacio Legislativo.

La diputada dio muestras de ser poseedora de un carácter dominado por la bajeza humana y espiritual, actuando no sólo en contra de un individuo “contrario” a sus ideas, sino también de su Partido y por sobre todas las cosas de dos compañeros de trabajo, que optaron por un camino equivocado y que ella alentó, luego de resuelta situación, para que siguieran adelante.

Una actitud realmente lastimosa e inmoral, que sólo nos da muestra de una persona que cayó bajo y que no merece ocupar, por su condición humana, una banca en el legislativo, e incluso quedan cuestionadas sus actitudes como compañera de los militantes del Partido Nacional, al arengar a un individuo, con su “dale guapo”, a que dañe físicamente a un integrante de su propia colectividad política.

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