Mucho se ha escrito sobre las esferas públicas y privadas de las personas que tienen proyección mediática. Los medios de comunicación deben de tener un criterio al respecto y cumplirlo a rajatabla, dejando de lado intereses políticos, económicos y de cualquier otra índole, pero fundamentalmente deben tener responsabilidad en el manejo de la información.
Estoy convencido de que, mayoritariamente, los medios uruguayos son un ejemplo en ese sentido, en donde la vida privada de un actor político o social no ocupa demasiado espacio en la prensa nacional, sino que fundamentalmente la información se ocupa de su labor pública.
Pero la pregunta es, ¿cuál es el punto justo? ¿Hasta dónde un medio tiene el deber de informar a la población y cuándo debe callar porque la información corresponde a otro ámbito?
Los medios de comunicación tienen la función de watchdog, lo que significa que es algo así como un perro guardián que vela por los intereses de la comunidad, aparentemente sin otro fin que no sea el filantrópico.
Teoría poco creíble, cuando se trata de empresas con intereses políticos y comerciales.
Este sábado me sorprendí con una nota del diario El País, en donde se daba cuenta de la situación de Miguel Ángel Brítez, un excombatiente de Malvinas que “apareció” en Tacuarembó, y al que su familia había dado por muerto, al no tener noticias de él desde hacía más de veinte años.
Lo sorprendente del relato de la historia es que narra detalles de la familia de Brítez en Corrientes, su ciudad natal, y a la que volverá a ver en breve gracias a los oficios de la diplomacia argentina, en donde, según informa el matutino, se reencontrará con sus hermanos, pero no con su madre.
El párrafo de El País que explica la situación no tiene desperdicio en lo que es la irresponsabilidad del medio y el periodista: “el equipo médico del hospital de Tacuarembó comentó que Brítez es muy amable y que les dijo que está muy ansioso por reencontrarse con su familia, en especial con su madre. Él no sabe que ella falleció. Pero sus hermanos lo esperan con ansia.”
Seguramente Brítez, luego de leer la crónica de El País perderá sus ansias de rencontrarse con su madre y evidentemente no agradecerá la labor del diario, que fue el encargado de comunicarle, de esa forma, el deceso de su ser querido.
Hay algunos medios que deben replantearse la responsabilidad periodística que ejercen y el rol que deben cumplir en una sociedad.
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