Se trata de derechos

Siempre me asombró la historia de la vida de mi abuela, que cuando era una niña que no llegaba aún a los 10 años fue “dada” a una familia para que trabajara como doméstica. Era el Uruguay de los años 20, y no había plata para bancar niñas improductivas, era el argumento utilizado.

Mi abuela no tuvo derecho a vivir con sus padres, no accedió a una educación formal, padeció el trabajo infantil y no tuvo posibilidad alguna de elegir sobre su propia vida. No tenía muchos derechos que hoy son habituales, al igual que la mayoría de las mujeres de esa época.

Claro está que tampoco votaba, porque recién en 1938 se permitió sufragar a las mujeres en Uruguay. Mi abuela no podía decidir quien gobernaría el país, pero sí pagaba impuestos y se tenía que regir por las políticas que definían los gobiernos de turno.

No tan atrás en el tiempo, en la década del 50, otra mujer de mi entorno familiar se casó con un hombre por la sola decisión de su padre, al que no le permitían contradecir y quien definía sobre el futuro de su vida.

Hay que tomar en cuenta que las mujeres obtuvieron la totalidad de los derechos civiles recién en la Constitución de 1917. Con el paso del tiempo fueron adquiriendo más derechos, algunos que hoy vistos a la distancia parecen poco creíbles, como por ejemplo el voto, o a decidir por sí mismas más allá de la represión social del patriarcado imperante, etc.

A pesar de los avances obtenidos en los papeles, la discriminación aún se mantiene, y una prueba tangible de esta afirmación es que perciben salarios más bajos que los hombres, acceden a menos cargos de poder y siguen siendo mayoritariamente las que crían a los niños y realizan las tareas domésticas, entre varias cosas difíciles de enumerar.

Hoy las mujeres han accedido a otro derecho en Uruguay, la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo por su propia voluntad. Una normativa que no es proaborto, sino que da las garantías necesarias para que puedan practicarse la intervención en condiciones sanitarias seguras y con personal calificado.

Con la ley o sin la ley el aborto existirá igual, como ha existido siempre, y las mujeres se lo seguirán practicando. Se trata de darles la cobertura y la contención necesarias o de obligarlas a que acudan al mercado clandestino con personal que hace las veces de médicos.

Como sucedió con el voto y con los derechos civiles conquistados por ellas en el siglo pasado, hay grupos conservadores, no solo que se resisten a los avances propios de la época, sino que llevan adelante una campaña para cercenar los derechos conquistados.

Al igual que pasó con mi abuela y sus derechos, esta instancia pasará y luego de conquistada la veremos como algo lógico y no repararemos en mayores cuestionamientos, exceptuando a aquellos que tienen creencias religiosas.

No existen dudas que con el tiempo se confirmará una ley que ampare a las mujeres en este derecho, debemos definir el cuando. Porque si hoy como sociedad no nos comprometemos en la defensa de esta normativa, lo único que estamos arriesgando es la pérdida de más vidas en clínicas clandestinas y la fomentación de un mercado negro.

Se trata de derechos y de defender lo conquistado, y los derechos no se plebiscitan.

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