Desde la llegada del Frente Amplio al gobierno el país logró un “cambio radical”, ya que la izquierda “apunta a fomentar el desarrollo de la organización sindical y a poner en práctica un conjunto de reivindicaciones respecto a las libertades sindicales”, explicó al Participando el histórico dirigente gremial Wladimir Turiansky.
Turiansky es uno de los protagonistas fundamentales de la historia del sindicalismo nacional y referente obligado a la hora de hablar de la materia. Empezó a trabajar en los años 40, cuando salió de la escuela industrial, y ya allí se “arrimó” al Centro de Obreros de la Industria Eléctrica. Fue testigo de la fundación de la UGT en 1943 y participante de la creación de la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU) en 1961, del Congreso del Pueblo en 1965 y de la vieja CNT en 1966. En 1951 había ingresado a la UTE e inmediatamente se afilió al gremio, AUTE, hasta que lo “echaron” en la dictadura.
El histórico dirigente analizó el actual momento de auge del sindicalismo uruguayo, prefirió no opinar sobre los conflictos concretos y recordó la huelga general de 1973, a la cual calificó como “el episodio más relevante de la historia contemporánea del Uruguay”.
¿Cuáles son las particularidades del sindicalismo uruguayo?
La primera es la democracia. El sindicalismo uruguayo históricamente ha sido profundamente democrático. No funciona en base a una cúpula que hace y deshace, es un sindicalismo que se acostumbró mucho al régimen de la asamblea.
Por otro lado, el proceso de la unidad fue muy largo y trabajoso de obtener, por eso se convirtió en un sentimiento muy penetrado en la conciencia colectiva. Es impensable no contar con la unidad en el movimiento sindical, que se fue gestando en la lucha, no es solo que se reunieron direcciones sindicales y acordaron que fuera así, fue en un período de conflictividad muy dura, de lucha con represión, con compañeros muertos, fue en ese terreno que se gestó el proceso de la unidad, de apoyarnos unos a otros.
La conciencia de la unidad, el espíritu de democracia interna, son rasgos particulares de nuestro movimiento sindical. Yo agregaría también una pobreza franciscana que trajo paralelamente una honestidad muy arraigada.
Estas características también diferencian al movimiento sindical uruguayo de otros, al menos en la región. Son notorias las diferencias con el movimiento sindical argentino, por ejemplo...
Si, además el fenómeno del peronismo modificó mucho la estructura anterior del movimiento sindical argentino, que era muy similar al nuestro, con raíces comunes como el anarquismo, el socialismo y el comunismo.
El peronismo introdujo algunos fenómenos que modificaron la estructura, la composición y el pensamiento del movimiento sindical argentino.
En Uruguay eso no se produjo. Desde su fundación y hasta el día de hoy es el único movimiento sindical del mundo que ha logrado integrar en sus filas al conjunto de las corrientes ideológicas presentes en el pensamiento obrero: comunistas, socialistas, anarquistas y cristianos. Eso no existe en otro lado. Muchos de los que miraban la experiencia uruguaya en aquellos años pensaban: cuánto les puede durar eso.
A partir de 2005 llega una nueva etapa del sindicalismo uruguayo con la llegada del Frente Amplio al gobierno nacional. Incluso se incrementaron mucho las afiliaciones a sindicatos. ¿Por qué se da esa situación?
Por primera vez en la historia reciente se dio esa ola de afiliaciones, porque hubo otro período de auge del movimiento sindical en el primer batllismo. Pasada esa etapa, la primera vez que el movimiento sindical se encuentra con un gobierno que apunta a fomentar el desarrollo de la organización sindical, a poner en práctica un conjunto de reivindicaciones respecto a las libertades sindicales, la negociación colectiva por ejemplo, sucede con el gobierno del Frente Amplio, a partir de 2005. Se cambió radicalmente.
¿Cuáles fueron esos cambios radicales que dio el gobierno de izquierda a los que hace referencia?
Lo vinculado al contenido democrático del movimiento sindical uruguayo exteriorizado a nivel nacional, en un proceso de democratización de la vida social en su conjunto. Mientras el Estado había jugado toda su trayectoria, en la balanza de los conflictos del capital y el trabajo, en apuntalar los intereses del capital, a partir de los gobiernos del Frente Amplio aparece por lo menos el esfuerzo por equilibrar la balanza y por fomentar el desarrollo de la organización sindical, como forma de liberar el poder del capital por la vía del poder de los trabajadores organizados.
Un Estado que apunta en sus objetivos en la dirección, no sé si de alcanzar la plena justicia social, pero sí de desarrollarse en el marco del mejoramiento en cuanto a lo que es el combate a la desigualdad social y restablecer la igualdad de condiciones es el punto de partida de la lucha entre el capital y el trabajo.
Para el movimiento sindical lo más importante es eso, la posibilidad en el marco legal de tener el desarrollo de formas de accionar que en el pasado le representaban enfrentar duramente la represión.
¿Por eso también el crecimiento en las afiliaciones?
El avance de las afiliaciones sindicales es mérito de las organizaciones sindicales no del gobierno. El gobierno no puso a disposición de los trabajadores las tarjetas de afiliación, han sido los sindicatos. Un gran ejemplo es la elección en el SUNCA, que me llena de asombro y de admiración. Un gremio que ha crecido como el de la construcción, que no para de crecer en organización. El obrero entra a trabajar y se sindicaliza. Es un gran mérito del sindicato.
Simultáneamente, así como hay sindicatos que trabajan muy bien también existen los que no alcanzan el nivel de madurez de otros…
Es que el resurgir y la afluencia de tanta nueva militancia en el movimiento sindical también genera condiciones distintas. Incluso en el plano de la vida social. Hoy no vivimos la vida social que vivíamos en los 50, ni siquiera en los hábitos culturales y de vida en general. Es todo muy distinto. En consecuencia los jóvenes militantes sindicales de hoy se formaron en una sociedad distinta, que no era la nuestra, con hábitos y relaciones sociales que no son los nuestros y por tanto no se puede pensar que este movimiento sindical va a ser un calco del de aquellos años. Eso es soñar.
Sí es un mérito del devenir histórico y de cada uno que se hayan rescatado los conceptos fundacionales del movimiento sindical uruguayo, lo de la democracia interna, la unidad, el principio de la libertad y el sentir de clase, además de la idea que los trabajadores, por el hecho de serlo, configuren una clase social en la sociedad uruguaya, quizás la más dinámica, responsable del progreso social y del progreso de conciencia social.
La conciencia de clase es un legado del pasado que se mantiene y se recoge, pero las metodologías no pueden ser las mismas.
Ese surgimiento de capas nuevas, de militantes de sindicatos que se van forjando en medio del crecimiento generan metodologías que miradas así pueden parecer ajenas a lo que ha sido mi metodología de lucha, pero trato de hacer un esfuerzo para ubicarme en la realidad social en que estos conflictos se desarrollan.
¿Usted cree que está surgiendo otra nueva etapa en el sindicalismo uruguayo?
Si, sin dudas. Pero tampoco es tan nueva, ya llevamos 30 años de salidos de la dictadura y se ha formado más de una generación. Si la comparamos con la generación predictadura hay cambios, incluso en el discurso. De todas maneras yo no juzgo, no me siento habilitado para juzgar, tengo temor de trasladar a un tiempo distinto una experiencia de otra época.
¿Qué opinión le merece el conflicto de la educación?
No estoy en condiciones de juzgarlo, solo metería la pata al opinar tomando mate y mirando el mar. Aspiro a que tenga el mayor contenido de participación democrática de los trabajadores de la educación.
Hay veces que se da un problema. Cuando se percibe en un movimiento de estas dimensiones, se minimiza el papel de las grandes asambleas, es necesario conservar siempre las asambleas, muchas veces se renuncia a participar en las mismas como expresión de descontento. Es un grave error. El esfuerzo es por fortalecer el espíritu asambleario, ser partícipes y pelear por las ideas. No optar por la vía de renunciar en la práctica por estar descontento con lo que se resolvió. Hay que encontrar siempre los mecanismos del mayor ejercicio democrático.
Turiansky es uno de los protagonistas fundamentales de la historia del sindicalismo nacional y referente obligado a la hora de hablar de la materia. Empezó a trabajar en los años 40, cuando salió de la escuela industrial, y ya allí se “arrimó” al Centro de Obreros de la Industria Eléctrica. Fue testigo de la fundación de la UGT en 1943 y participante de la creación de la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU) en 1961, del Congreso del Pueblo en 1965 y de la vieja CNT en 1966. En 1951 había ingresado a la UTE e inmediatamente se afilió al gremio, AUTE, hasta que lo “echaron” en la dictadura.
El histórico dirigente analizó el actual momento de auge del sindicalismo uruguayo, prefirió no opinar sobre los conflictos concretos y recordó la huelga general de 1973, a la cual calificó como “el episodio más relevante de la historia contemporánea del Uruguay”.
¿Cuáles son las particularidades del sindicalismo uruguayo?
La primera es la democracia. El sindicalismo uruguayo históricamente ha sido profundamente democrático. No funciona en base a una cúpula que hace y deshace, es un sindicalismo que se acostumbró mucho al régimen de la asamblea.
Por otro lado, el proceso de la unidad fue muy largo y trabajoso de obtener, por eso se convirtió en un sentimiento muy penetrado en la conciencia colectiva. Es impensable no contar con la unidad en el movimiento sindical, que se fue gestando en la lucha, no es solo que se reunieron direcciones sindicales y acordaron que fuera así, fue en un período de conflictividad muy dura, de lucha con represión, con compañeros muertos, fue en ese terreno que se gestó el proceso de la unidad, de apoyarnos unos a otros.
La conciencia de la unidad, el espíritu de democracia interna, son rasgos particulares de nuestro movimiento sindical. Yo agregaría también una pobreza franciscana que trajo paralelamente una honestidad muy arraigada.
Estas características también diferencian al movimiento sindical uruguayo de otros, al menos en la región. Son notorias las diferencias con el movimiento sindical argentino, por ejemplo...
Si, además el fenómeno del peronismo modificó mucho la estructura anterior del movimiento sindical argentino, que era muy similar al nuestro, con raíces comunes como el anarquismo, el socialismo y el comunismo.
El peronismo introdujo algunos fenómenos que modificaron la estructura, la composición y el pensamiento del movimiento sindical argentino.
En Uruguay eso no se produjo. Desde su fundación y hasta el día de hoy es el único movimiento sindical del mundo que ha logrado integrar en sus filas al conjunto de las corrientes ideológicas presentes en el pensamiento obrero: comunistas, socialistas, anarquistas y cristianos. Eso no existe en otro lado. Muchos de los que miraban la experiencia uruguaya en aquellos años pensaban: cuánto les puede durar eso.
A partir de 2005 llega una nueva etapa del sindicalismo uruguayo con la llegada del Frente Amplio al gobierno nacional. Incluso se incrementaron mucho las afiliaciones a sindicatos. ¿Por qué se da esa situación?
Por primera vez en la historia reciente se dio esa ola de afiliaciones, porque hubo otro período de auge del movimiento sindical en el primer batllismo. Pasada esa etapa, la primera vez que el movimiento sindical se encuentra con un gobierno que apunta a fomentar el desarrollo de la organización sindical, a poner en práctica un conjunto de reivindicaciones respecto a las libertades sindicales, la negociación colectiva por ejemplo, sucede con el gobierno del Frente Amplio, a partir de 2005. Se cambió radicalmente.
¿Cuáles fueron esos cambios radicales que dio el gobierno de izquierda a los que hace referencia?
Lo vinculado al contenido democrático del movimiento sindical uruguayo exteriorizado a nivel nacional, en un proceso de democratización de la vida social en su conjunto. Mientras el Estado había jugado toda su trayectoria, en la balanza de los conflictos del capital y el trabajo, en apuntalar los intereses del capital, a partir de los gobiernos del Frente Amplio aparece por lo menos el esfuerzo por equilibrar la balanza y por fomentar el desarrollo de la organización sindical, como forma de liberar el poder del capital por la vía del poder de los trabajadores organizados.
Un Estado que apunta en sus objetivos en la dirección, no sé si de alcanzar la plena justicia social, pero sí de desarrollarse en el marco del mejoramiento en cuanto a lo que es el combate a la desigualdad social y restablecer la igualdad de condiciones es el punto de partida de la lucha entre el capital y el trabajo.
Para el movimiento sindical lo más importante es eso, la posibilidad en el marco legal de tener el desarrollo de formas de accionar que en el pasado le representaban enfrentar duramente la represión.
¿Por eso también el crecimiento en las afiliaciones?
El avance de las afiliaciones sindicales es mérito de las organizaciones sindicales no del gobierno. El gobierno no puso a disposición de los trabajadores las tarjetas de afiliación, han sido los sindicatos. Un gran ejemplo es la elección en el SUNCA, que me llena de asombro y de admiración. Un gremio que ha crecido como el de la construcción, que no para de crecer en organización. El obrero entra a trabajar y se sindicaliza. Es un gran mérito del sindicato.
Simultáneamente, así como hay sindicatos que trabajan muy bien también existen los que no alcanzan el nivel de madurez de otros…
Es que el resurgir y la afluencia de tanta nueva militancia en el movimiento sindical también genera condiciones distintas. Incluso en el plano de la vida social. Hoy no vivimos la vida social que vivíamos en los 50, ni siquiera en los hábitos culturales y de vida en general. Es todo muy distinto. En consecuencia los jóvenes militantes sindicales de hoy se formaron en una sociedad distinta, que no era la nuestra, con hábitos y relaciones sociales que no son los nuestros y por tanto no se puede pensar que este movimiento sindical va a ser un calco del de aquellos años. Eso es soñar.
Sí es un mérito del devenir histórico y de cada uno que se hayan rescatado los conceptos fundacionales del movimiento sindical uruguayo, lo de la democracia interna, la unidad, el principio de la libertad y el sentir de clase, además de la idea que los trabajadores, por el hecho de serlo, configuren una clase social en la sociedad uruguaya, quizás la más dinámica, responsable del progreso social y del progreso de conciencia social.
La conciencia de clase es un legado del pasado que se mantiene y se recoge, pero las metodologías no pueden ser las mismas.
Ese surgimiento de capas nuevas, de militantes de sindicatos que se van forjando en medio del crecimiento generan metodologías que miradas así pueden parecer ajenas a lo que ha sido mi metodología de lucha, pero trato de hacer un esfuerzo para ubicarme en la realidad social en que estos conflictos se desarrollan.
¿Usted cree que está surgiendo otra nueva etapa en el sindicalismo uruguayo?
Si, sin dudas. Pero tampoco es tan nueva, ya llevamos 30 años de salidos de la dictadura y se ha formado más de una generación. Si la comparamos con la generación predictadura hay cambios, incluso en el discurso. De todas maneras yo no juzgo, no me siento habilitado para juzgar, tengo temor de trasladar a un tiempo distinto una experiencia de otra época.
¿Qué opinión le merece el conflicto de la educación?
No estoy en condiciones de juzgarlo, solo metería la pata al opinar tomando mate y mirando el mar. Aspiro a que tenga el mayor contenido de participación democrática de los trabajadores de la educación.
Hay veces que se da un problema. Cuando se percibe en un movimiento de estas dimensiones, se minimiza el papel de las grandes asambleas, es necesario conservar siempre las asambleas, muchas veces se renuncia a participar en las mismas como expresión de descontento. Es un grave error. El esfuerzo es por fortalecer el espíritu asambleario, ser partícipes y pelear por las ideas. No optar por la vía de renunciar en la práctica por estar descontento con lo que se resolvió. Hay que encontrar siempre los mecanismos del mayor ejercicio democrático.
Publicado en Participando, edición de julio de 2013
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