Seguramente en aquella lluviosa jornada del 5 de febrero de 1971 muchos políticos uruguayos creían que estaban haciendo historia, cuando fundaron el Frente Amplio; es difícil de evaluar cuántos pronosticaban que 46 años después la coalición de izquierda llevara ya tres gobiernos nacionales y unos cuantos departamentales; y lo que sí es seguro es que nadie imaginó que la fuerza política a la que despectivamente blancos y colorados denominaban la colcha de retazos sirviera de modelo inspirador en otras izquierdas del mundo.
En un momento en el que en gran parte del planeta los partidos políticos no gozan de buena reputación, en donde incluso las movilizaciones políticas más masivas se convocan a través de organizaciones sociales o iniciativas ciudadanas, –como por ejemplo la acontecida el pasado 8 de marzo con motivo del Día Internacional de la Mujer–, es relevante subrayar el valor que se le ha dado, en distintas partes del mundo, a la estructura partidaria del Frente Amplio.
Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, actual candidato a presidente de la República en el país galo quizás sea actualmente uno de los pensadores de izquierda más lúcidos del planeta. Él promueve un modelo basado en experiencias latinoamericanas, como la revolución ciudadana de Ecuador que encabezó Rafael Correa, pinceladas del estilo mediático de Néstor Kirchner y hace énfasis en el modelo de partido político del Frente Amplio de Uruguay.
En la región se han llevado a cabo algunas experiencias en Argentina –con éxito relativo–, también en Perú, con el liderazgo de Verónika Mendoza, hace unos pocos años se fundó el Frente Amplio y actualmente está naciendo el Frente Amplio en Chile.
Más allá de los Andes
El actual gobierno de Michelle Bachelet –que cuenta con una aprobación que apenas supera el 20%– no es considerado de izquierda prácticamente por ningún trasandino. La mayoría lo cataloga como de centro o centro izquierda.
La administración central corresponde a la Nueva Mayoría, lo que antiguamente conocíamos como la Concertación, que está formada por partidos políticos que van desde la socialdemocracia hasta un centro con visos que parecen ser más de derecha que de izquierda, como el Partido Demócrata Cristiano. Dentro del conglomerado se encuentran también el Partido Socialista y el Partido Comunista, pero en el caso de ambos colectivos están posicionados bastante más a la derecha de lo que es el socialismo y el comunismo clásico.
Junto a la Nueva Mayoría completa el escenario partidario Chile Vamos, un conglomerado de derecha –en el que, entre otros, se encuentra el expresidente y actual candidato Sebastián Piñera–. El posicionamiento ideológico del colectivo también se encuentra un poco más a la derecha de lo que es habitual en la región, y como para muestra basta un botón, hace algunos días se dio un hecho muy ilustrativo, la presidenta de la UDI (partido político histórico de la derecha chilena que integra Chile Vamos), Jacqueline Van Rysselberghe, fue a ver las condiciones en que viven los presos por violaciones a los derechos humanos de la pasada dictadura militar de Augusto Pinochet y actualmente se encuentra promoviendo una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que corroboren el estado en que se encuentran quienes cumplen pena en la cárcel de Punta Peuco (jamás visitó privados de libertad comunes alojados en otros centros de detención ni tiene previsto hacerlo).
La izquierda se organiza
Ante este escenario duopólico los partidos políticos de izquierda chilenos han decidido unir fuerzas bajo un paraguas común: el Frente Amplio, que comenzó a gestarse en el 2016, con la iniciativa de líderes estudiantiles de la generación 2006 y 2011, entre los que se destacan Gabriel Boric y Giorgio Jackson. Estos liderazgos juveniles, de grupos muy minoritarios cuantitativamente se vieron acompañados por otros colectivos de izquierda más grandes, como es el caso de partido País del histórico senador Alejandro Navarro (ex Partido Socialista y ex MAS).
El Frente Amplio de Chile tiene algunas lógicas diferentes a las que conocemos de su par uruguayo; por ejemplo, para ser parte de la orgánica no se puede ser corrupto (lo que ha llevado a que el excandidato presidencial Marco Enríquez Ominami no haya obtenido el aval para ingresar debido a que tiene causas judiciales que resolver, vinculadas a financiación electoral), no se admiten individuos que hayan violado los derechos humanos y finalmente, no se admiten mayoritariamente políticos que hayan estado en la Concertación o la Nueva Mayoría.
Este cierre de tranqueras llevó a que el partido País, por ejemplo, suspendiera su participación en el Frente Amplio ya que Navarro fue parte de la Concertación y de la Nueva Mayoría, mientras que en primera instancia se le vetó la posibilidad de ser candidato a presidente por la novel coalición “por un tema generacional” (Navarro tiene 58 años).
Hoy en Chile se respiran tiempos de cambio con la aparición de una izquierda más organizada con presencia electoral. Es notorio que se vive un hecho histórico, un momento de quiebre, pero habrá que ver, con el diario del lunes, si la izquierda logra consolidar la unidad en la diversidad, como principio para enfrentar al duopolio o si deberán aprender con la experiencia de los tropiezos.
Algunos, vaya a saber cuántos, del 65% de abstencionistas trasandinos está esperando por una nueva opción, por recuperar la esperanza y porque les devuelvan la dignidad.
Publicado en semanario Voces. Edición del 23 de marzo de 2017.
En un momento en el que en gran parte del planeta los partidos políticos no gozan de buena reputación, en donde incluso las movilizaciones políticas más masivas se convocan a través de organizaciones sociales o iniciativas ciudadanas, –como por ejemplo la acontecida el pasado 8 de marzo con motivo del Día Internacional de la Mujer–, es relevante subrayar el valor que se le ha dado, en distintas partes del mundo, a la estructura partidaria del Frente Amplio.
Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, actual candidato a presidente de la República en el país galo quizás sea actualmente uno de los pensadores de izquierda más lúcidos del planeta. Él promueve un modelo basado en experiencias latinoamericanas, como la revolución ciudadana de Ecuador que encabezó Rafael Correa, pinceladas del estilo mediático de Néstor Kirchner y hace énfasis en el modelo de partido político del Frente Amplio de Uruguay.
En la región se han llevado a cabo algunas experiencias en Argentina –con éxito relativo–, también en Perú, con el liderazgo de Verónika Mendoza, hace unos pocos años se fundó el Frente Amplio y actualmente está naciendo el Frente Amplio en Chile.
Más allá de los Andes
El actual gobierno de Michelle Bachelet –que cuenta con una aprobación que apenas supera el 20%– no es considerado de izquierda prácticamente por ningún trasandino. La mayoría lo cataloga como de centro o centro izquierda.
La administración central corresponde a la Nueva Mayoría, lo que antiguamente conocíamos como la Concertación, que está formada por partidos políticos que van desde la socialdemocracia hasta un centro con visos que parecen ser más de derecha que de izquierda, como el Partido Demócrata Cristiano. Dentro del conglomerado se encuentran también el Partido Socialista y el Partido Comunista, pero en el caso de ambos colectivos están posicionados bastante más a la derecha de lo que es el socialismo y el comunismo clásico.
Junto a la Nueva Mayoría completa el escenario partidario Chile Vamos, un conglomerado de derecha –en el que, entre otros, se encuentra el expresidente y actual candidato Sebastián Piñera–. El posicionamiento ideológico del colectivo también se encuentra un poco más a la derecha de lo que es habitual en la región, y como para muestra basta un botón, hace algunos días se dio un hecho muy ilustrativo, la presidenta de la UDI (partido político histórico de la derecha chilena que integra Chile Vamos), Jacqueline Van Rysselberghe, fue a ver las condiciones en que viven los presos por violaciones a los derechos humanos de la pasada dictadura militar de Augusto Pinochet y actualmente se encuentra promoviendo una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que corroboren el estado en que se encuentran quienes cumplen pena en la cárcel de Punta Peuco (jamás visitó privados de libertad comunes alojados en otros centros de detención ni tiene previsto hacerlo).
La izquierda se organiza
Ante este escenario duopólico los partidos políticos de izquierda chilenos han decidido unir fuerzas bajo un paraguas común: el Frente Amplio, que comenzó a gestarse en el 2016, con la iniciativa de líderes estudiantiles de la generación 2006 y 2011, entre los que se destacan Gabriel Boric y Giorgio Jackson. Estos liderazgos juveniles, de grupos muy minoritarios cuantitativamente se vieron acompañados por otros colectivos de izquierda más grandes, como es el caso de partido País del histórico senador Alejandro Navarro (ex Partido Socialista y ex MAS).
El Frente Amplio de Chile tiene algunas lógicas diferentes a las que conocemos de su par uruguayo; por ejemplo, para ser parte de la orgánica no se puede ser corrupto (lo que ha llevado a que el excandidato presidencial Marco Enríquez Ominami no haya obtenido el aval para ingresar debido a que tiene causas judiciales que resolver, vinculadas a financiación electoral), no se admiten individuos que hayan violado los derechos humanos y finalmente, no se admiten mayoritariamente políticos que hayan estado en la Concertación o la Nueva Mayoría.
Este cierre de tranqueras llevó a que el partido País, por ejemplo, suspendiera su participación en el Frente Amplio ya que Navarro fue parte de la Concertación y de la Nueva Mayoría, mientras que en primera instancia se le vetó la posibilidad de ser candidato a presidente por la novel coalición “por un tema generacional” (Navarro tiene 58 años).
Hoy en Chile se respiran tiempos de cambio con la aparición de una izquierda más organizada con presencia electoral. Es notorio que se vive un hecho histórico, un momento de quiebre, pero habrá que ver, con el diario del lunes, si la izquierda logra consolidar la unidad en la diversidad, como principio para enfrentar al duopolio o si deberán aprender con la experiencia de los tropiezos.
Algunos, vaya a saber cuántos, del 65% de abstencionistas trasandinos está esperando por una nueva opción, por recuperar la esperanza y porque les devuelvan la dignidad.
Publicado en semanario Voces. Edición del 23 de marzo de 2017.
Muy interesante tu artículo. Sigo leyéndote.
ResponderEliminarSaludos