La madre postiza

No recuerdo en qué fecha fue, sí que era una tarde soleada y que mi responsabilidad periodística era la cobertura informativa del Frente Amplio para el diario La República. Sabíamos que venían sucediéndose, en forma permanente, reuniones del ministro Danilo Astori en casas de familias y queríamos publicar los detalles de esos encuentros.
Imperaba el secretismo, como sucede demasiadas veces en la coalición de izquierda. Pero era sabido que Astori estaba hablando con sus militantes sobre la marcha del gobierno y que siempre se colaba el tema de su posible candidatura presidencial, y esa era la noticia que buscábamos publicar en el diario.
Sí, estaba soleado pero era un día fresco cuando me enteré de uno de esos cónclaves en una casa de Malvín, si no me equivoco, aunque también puede haber sido en el Buceo.
Luego de hablar con Marcelo Falca, el jefe de Política del diario, resolvimos que lo mejor sería probar suerte e ir hasta la casa a la que se dirigía Astori. Llegando al lugar ya vería de qué forma me arreglaría para poder ingresar a hacer la cobertura.
El Tano, el chofer de La República, me llevó en su vehículo hasta la dirección indicada. No llevamos fotógrafo, porque no había uno en ese momento o porque creímos que sería más discreto no llevarlo. O por ambas seguramente.
Luego del bajar del auto y caminar menos de diez metros me descubrió la sonrisa cómplice de Daniela Payssé. Me miraba y solo con un gesto me recordaba que era una reunión privada, en la casa de una familia de militantes.
Sin que ella dijera nada y con la tensión que produce el silencio, le expliqué que para el diario y para mucha gente era importante conocer el contenido de esas reuniones, así que le prometí que si me hacía entrar iba a pasar lo más desapercibido posible.
Daniela pasó su brazo derecho por encima de mis hombros y nos dirigimos hacia la puerta de la vivienda donde se celebraría la reunión: -vine con mi hijo, le dijo la entonces diputada, a los dueños de casa. Así entré e hice la cobertura.
Luego de esa anécdota no perdía la oportunidad de recordarme que era mi madre postiza, y se lo tomaba muy en serio. No tenía ningún empacho a la hora de mostrarme sus discrepancias con mi accionar y era siempre una de las primeras en llamarme o invitarme a tomar un café cuando me tocaba atravesar momentos duros, que no fueron pocos.
Así era Daniela conmigo, y así la voy a recordar siempre, como una madre postiza estricta con la labor y comprometida con el ser humano. Como una persona leal a su pensamiento. Como una obrera que dio su vida en la construcción de una patria del futuro de todos sus hijos.

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