Es habitual observar en las principales ciudades europeas a parejas de enamorados de la mano por las calles y besándose en las esquinas, abrazados en las plazas y mimándose en cualquier lugar público; amores heterosexuales y homosexuales que conviven tolerantemente en sociedad.
Es normal recorrer las calles de Estocolmo o de Paris sin tener miedo y sin percibir esa sensación térmica de inseguridad que ocupa y preocupa tanto a los medios de comunicación nacionales.
A principios de este año Radio Francia Internacional presentó la noticia de una turista estadounidense que perdió su vuelo de regreso a casa y quedó varada en Paris. Pasaron varios meses antes que la Embajada de su país atendiera su caso. La mujer no tenía dinero ni a quien acudir, por lo que tuvo que sobrevivir de lo que le ofrecían las calles de Paris. Finalmente la representación diplomática optó por ofrecerle un billete de regreso a Estados Unidos, al cual se negó. En su país las cuentas se acumularon, la habían despedido de su trabajo y la deuda acumulada por el alquiler de su vivienda impaga era demasiado alta. Con este panorama decidió que si debía ser indigente prefería serlo en la ciudad luz, pues ahí no sufría la violencia de las calles.
La violencia está enraizada en América, salvo honrosas excepciones, aunque tampoco se puede idealizar a Europa que padece de grandes brotes racistas liderados habitualmente por los skin heads o movimientos neonazis.
Uruguay no es ajeno a esta situación, la violencia –denunciada en los medios de comunicación- va in crescendo en nuestra sociedad y la intolerancia se transformó en un síntoma habitual de nuestros ciudadanos.
Recientemente el colectivo Ovejas Negras lanzó la campaña publicitaria “Un beso es un beso”, enfocada a educar a la sociedad en la tolerancia de la diversidad sexual. Increíblemente Montecarlo Canal 4 y Saeta canal 10 se negaron a difundirlo, mientras que Teledoce aceptó el desafío pero le realizó algunos “retoques”.
En el spot, de 20 segundos de duración, puede apreciarse a varias parejas gays besándose en la boca, algo que según nuestros censores no estamos preparados para ver por televisión, aunque sí lo estamos para percibir innumerables escenas de violencia y sangre que se emiten diariamente.
Ante esta situación surge el cuestionamiento de cuál debe ser el rol de los medios de comunicación en una sociedad. Muchos pueden ser los objetivos que pueda señalar cada uno de nosotros al respecto, pero la educación y el brindar elementos para buscar una sociedad mejor, menos violenta y más tolerante debería ser uno de los objetivos primordiales de los canales de televisión, emisoras radiales y publicaciones.
El canal 4 ha sido el abanderado en los últimos tiempos, sólo basta observar sus informativos, en señalar el aumento de la inseguridad ciudadana y la violencia en nuestra población, secundado por Subrayado y Telemundo 12. Pero contrariamente a lo pregonado se han sumado a la fila de los intolerantes al negarse a dar publicidad a un spot educativo para nuestra sociedad.
No sólo los canales de televisión tienen este tipo de actitudes, también existen medios impresos que por sus convicciones religiosas aún ignoran temas vinculados a la homosexualidad, convirtiéndose así también en intolerantes.
Por su parte, muchos políticos nacionales también profesan una actitud similar. Tal es el bochornoso caso del diputado del MPP Juan José Domínguez que para insultar a su colega nacionalista Luis Alberto Lacalle Pou lo tildó de “oligarca puto”, y peor aún la reciente “conspiración rosa” denunciada por el parlamentario blanco Alberto Casas de parte del secretario general de OSE Daoiz Uriarte y del senador vertientista Mariano Arana.
La homosexualidad en Uruguay continúa siendo un tabú para los medios de comunicación y su condición es utilizada habitualmente por nuestros habitantes para descalificar a sus adversarios. El debate de ideas se aleja hasta en el mismo Parlamento.
La agresividad, la violencia, la intolerancia y el sectarismo son algunos de los flagelos que padece hoy el país. Nadie puede discutir que hay menos oportunidades para los negros, los gordos, los enanos, las mujeres, los jóvenes, los homosexuales y para cualquiera que pertenezca a alguna otra minoría.
En un momento en que un indígena es presidente en Bolivia y un negro es el jefe de Estado norteamericano, la sociedad uruguaya no puede quedar prisionera de la intolerancia, y son los medios de comunicación y los grandes formadores de opinión quienes deben cargar sobre sus hombros con este compromiso que culminará algún día en una nueva sociedad.
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