¡Hola! ¿Se escucha?

La relación entre la sociedad uruguaya y el sistema político no pasa por su mejor momento. En el último período eleccionario, algunos de los líderes partidarios, apoyados por sus estructuras, optaron por el camino de los oídos sordos, y un porcentaje histórico de la ciudadanía, desencantada y silenciosa, marchó hacia el voto en blanco.

Las interpretaciones sobre el porcentaje de votos en blanco en las pasadas elecciones del 9 de mayo son tan numerosas como la cantidad de partidos políticos y de analistas que hay en nuestro país, pero las autocríticas partidarias, sin dudas, son mucho menores.

Claro está que dentro de esas valoraciones siempre se encuentra presente el hecho que se falló en la comunicación con el elector, pero nunca llega la solución ni tampoco se la procura con demasiado afán.

Al fin de cada mandato en el que el gobernante o su fuerza política no es reelecta se reconoce que no se supo comunicar sus propuestas adecuadamente.

Teóricamente, para que se concrete un proceso de comunicación debe existir un emisor que, como tal, emite un mensaje y un receptor, que lo decodifica. El proceso se cierra con el receptor enviando una respuesta que tiene que ser decodificada por el primero.

Por lo que el gobierno, los partidos y los actores políticos pueden hablar mucho, pero si no escuchan, no hay comunicación alguna con la ciudadanía.

La estructura frenteamplista, en la capital, y en menor medida en Canelones, no supo explicar a los votantes por qué no tuvo oferta electoral. ¿Por qué si esos departamentos son de antemano ya ganados por la izquierda, es un congreso el que decide directamente al intendente y no todos los montevideanos y canarios? ¿Acaso existe un grupo de frenteamplistas iluminados que tiene que decidir por todos?

Pero la crítica también abarca a la oposición. ¿Eran Ney Castillo (PC), José Villar (PC), Ana Lía Piñeyrúa (PN), Javier De Haedo (PN) y Mariela Demarco (PI) los candidatos más fuertes que se podían presentar en la capital?

Blancos y colorados prefirieron no poner a sus máximos referentes para intentar pelear una elección, que de antemano estaba perdida, y tampoco decidieron promover jóvenes figuras de recambio en sus partidos.

Algunas lecturas de comunicación

La campaña municipal entera se vio marcada por varios errores de comunicación política, de parte de los candidatos y sus comandos, yerros que incluso se volvieron a hacer presentes al final de la misma jornada cívica.

La electa intendenta de Montevideo, Ana Olivera, se hizo presente en toda la ciudad a través de afiches en los cuales se la veía al abrigo de una bandera del Frente Amplio, tal como la pueden utilizar los integrantes del núcleo duro de militantes de la izquierda. Este tipo de gráfica, es propia de un inicio de campaña electoral, porque apunta a sacar del letargo a los militantes activos del partido, pero en el final de la misma no invita a sumarse a los nuevos votantes, y claro está que gran parte de los que votan al Frente Amplio no están embanderados con ningún partido.

Este mensaje siguió confundiendo a todos hasta el mismo día de la elección, en la que Olivera, ya electa, y por lo tanto despojada del rol de candidata, anunció que gobernaría para todos los montevideanos, no solo para los frenteamplistas. Contradictoriamente, minutos después la ex subsecretaria de Ministerio de Desarrollo Social se encontraba en el balcón de la sede de la coalición de izquierda, revoleando una bandera de la fuerza política y cantando: “¡soy del Frente, soy del Frente, del Frente soy yo!”

En tanto, en tiendas del Partido Nacional, el senador Luis Alberto Lacalle comenzaba la conferencia de prensa de sus candidatos en el mismo momento en que Olivera hacía uso de la palabra, por lo que los militantes blancos se quedaron sin conocer la mayoría de los conceptos vertidos.

Cuando llegó el turno de Piñeyrúa –y las transmisiones televisivas la tomaron- se la vio feliz por la cantidad de votos en blanco que no se sumaron a la candidata de la izquierda, pero aparentemente olvidó que a pesar de no optar por el Frente Amplio rechazaron las otras alternativas, incluida la suya. La nacionalista decidió no escuchar el mensaje emitido por los montevideanos.

La elección de alcaldes fue otro de los ejemplos más claros de la mala comunicación del sistema político con la sociedad. Gran parte de la ciudadanía del país decidió no votarlos, porque no sabía qué eran los municipios, qué función cumplían, ni quiénes eran los titulares propuestos.

Parece ser que el ejemplo del político “en terreno” José Mujica no cundió. Solo hay que recordar que el actual Presidente resultó ser la opción más votada en la elección nacional de octubre del 2004 sin hacer campaña televisiva, solo con sus mateadas en las cuales hablaba, pero también hacía lo más difícil... escuchaba a la gente.

Estos son solo algunos ejemplos de la incomunicación existente entre la ciudadanía y el sistema político uruguayo. Están a punto de comenzar 19 gobiernos departamentales, y acaba de iniciarse la administración nacional, hay un quinquenio por delante y por lo tanto, mucho tiempo para elaborar la estrategia de comunicación de cada uno de ellos, para que al final del próximo período no tengamos que escuchar de nuevo: gobernamos bien, pero no supimos comunicarlo.

Publicado en Semanario Voces (13/05/2010).

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