A pesar de que faltan casi cuatro años para las elecciones presidenciales de 2014, un reconocido politólogo fue consultado recientemente por la prensa sobre las distintas posibilidades que tendrían algunos políticos de acompañar a Tabaré Vázquez en una futura fórmula.
Pocos nombres, que no vienen al caso citar, se sucedieron uno tras otro, hasta que al final se lo consultó si no podía ser ya el tiempo de una mujer ocupando la vicepresidencia de la República. La respuesta, tan antipática como real, fue negativa.
Unos días después una nada conocida ni mediática politóloga afirmó en una charla de cafetería que tenía la certeza que una mujer que ocupa un alto cargo en la política nacional utilizaba minifalda, pero eso no es todo, sino que además, sabía que tenía sexo con hombres y que en alguna oportunidad se la había visto en bares tomando algo con amigos e incluso en cumpleaños de amigos, con un vaso de cerveza en la mano.
La situación me pareció tan ridícula que me costó mucho ingresar al debate sin faltar el respeto a la portadora de estas "noticias".
Evidentemente que los hechos estaban absolutamente agrandados, como suele acontecer, pero lo que realmente fastidiaba era que en ningún momento se juzgaba su gestión sino que se hacía foco en su atuendo. Todo el resto era discutible y podía ser producto de la sociedad machista, pero ella la había visto de minifalda, y eso no puede ser en un gobernante, afirmaba.
Decidí no participar más de la charla, luego de esa argumentación.
Conozco de cerca la historia de varios dirigentes político, que ocupan y han ocupado altos cargos tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, que acuden a bares de parroquianos a tomar una copa con sus amigos y a compartir un momento de recreación. Esto no es ajeno a nadie.
Lo que sí llama poderosamente la atención, que cuando esto acontece estamos ante un político que no se la cree, que no se agrandó y mantiene sus costumbres más allá del cargo que circunstancialmente ocupa. Pero esto produce una reacción inversa si se trata de una mujer. Estamos ante una alcóholica amante de las malas costumbres.
También es ampliamente conocido que en todas las tiendas han existido dirigentes políticos del sexo masculino que se les "ha ido la mano" con alguna compañera e incluso con integrantes de la prensa. Pero no conozco de un caso similar en el sexo femenino. Claro está que si estamos ante una política que es divorciada o no se le conoce pareja estable, para muchos seguramente se trate de una "come hombres" o de una lesbiana. Los ejemplos están a la vista de todos.
Día a día uno se topa con mitos tales como "esta llegó porque el marido le pagó la campaña", "esta está ahí porque antes se acostó con varios", etc.
Los casos de discriminación a la mujer en la política asustan en una sociedad como la nuestra, en un país que se cree poseedor de una gran cultura de tolerancia y con un espíritu arraigado en las mejores tradiciones democráticas. Estamos lejos de eso, no es necesario mirar lo que sucede en Europa, solo alcanza con mirar a los vecinos de la región.
Y sí, hay mujeres que usan minifalda, toman alcohol y yo conozco algunas que también fuman.
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