Hace muchos años mi padre me preguntó cuánto valía un boleto de ómnibus. Sin entender demasiado a qué se refería le dije el precio del mismo. ¿Pero es barato o es caro? me cuestionó. Sin dudas que es barato, pero si tomamos en cuenta el precio del boleto en la región es caro, le dije.
La respuesta, según él, fue errónea. El boleto no es ni caro ni barato y es las dos cosas a la vez. Cuando uno no tiene un mango el boleto es muy caro, vale un dólar, pero cuando uno no tiene demasiadas urgencias pasa a valer menos de veinte pesos.
Ese día aprendí que el valor de las cosas es muy relativo y que está cargado de subjetividad. También comprendí la necesidad de valorar ese boleto en los tiempos de bonanza y de cuidarlo en los momentos de crisis.
Cada cosa en esta vida tiene un costo, un valor, un precio, y eso es algo que parte de la clase política uruguaya está olvidando.
¿Cuál es el precio que Bordaberry está dispuesto a pagar para consolidarse como el líder de la oposición? ¿Y Lacalle?
Ambos dirigentes de la oposición pugnan por ser la alternativa del Frente Amplio para las próximas elecciones nacionales. En la disputa por ese espacio, por consolidarse como líderes de la oposición, no dudan en pagar el costo de criminalizar y estigmatizar a los menores uruguayos. Un precio que es muy elevado y que por principios no debería pagarse.
Pero el costo que se está dispuesto a pagar por parte de la oposición para terminar con el proyecto de izquierda no termina ahí. En la misma línea, recientemente el diputado blanco Javier García publicó una editorial en el diario El País en donde se denunciaba que el gobierno había tomado "el camino de la mentira estadística" y sembraba un manto de dudas sobre el INE.
Los estadísticos uruguayos, y los organismos que integran en nuestro país, gozan de una reputación favorable que no tiene parangón en toda la región. Méritos ganados a base de trabajo profesional, independencia del poder político y del gobierno de turno.
La oposición no duda a la hora de atacar los buenos números del actual gobierno en denostar a los profesionales técnicos que trabajan en las estadísticas, pero ¿cuál es el costo de ello? ¿Destruir la imagen de institutos que son referencia en el continente para erosionar a un gobierno y poder ser una alternativa en el poder?
Sin lugar a dudas que hay figuras de la oposición que no solo no tienen idea de cuál es el precio de un boleto, sino que desconocen absolutamente el valor de las cosas... o al menos están dispuestos a abonar costos que hipotecan el futuro de un país, y tan solo por obtener una cuota de poder.
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