No creo que el mundo sea mejor ni peor ante la muerte de una persona, por más deleznable que sea esta, incluso si se trata del dictador Juan María Bordaberry.
Sí tengo la certeza que las acciones que hizo este individuo en su vida nunca tuvieron el castigo necesario para reparar los daños que le generó al país en general y a muchas personas en particular.
Me queda un gusto amargo cuando pienso que la muerte lo liberó de continuar sufriendo la condena social y judicial que Uruguay le impuso. Pero me causa una gran satisfacción la fecha de su deceso.
El dictador se fue en la jornada del 17 de julio, día previo al que celebramos la Jura de la Constitución. Suena reconfortante que un presidente de la República que fue procesado y encarcelado por violar la Constitución deje de existir en este día.
Me gusta quedarme con la idea que la Constitución de la República no lo admitió un día más entre nosotros.
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