Juez Garzón, ¿cómo define jurídicamente el momento que se vive en Chile?, preguntó el entusiasta periodista al experimentado magistrado, en momentos en que se desarrollaba la conferencia de prensa de presentación del Foro Latinoamericano de Derechos Humanos en Santiago. El jurista –recordado en Latinoamérica por haber detenido y acusado de crímenes de lesa humanidad al dictador Augusto Pinochet en Inglaterra–respondió con seguridad: es un estallido social.
Sin dudas que la sentencia es atinada, pero más allá de lo que acontece en Chile también se están registrando estallidos sociales, en mayor o en menor medida, en otros países de la región, pero también en Europa, en Asia y en el mundo entero.
Es difícil encontrar una explicación a lo que acontece, pero buscando respuestas en la física –sí, en la física– nos encontramos con Isaac Newton y su principio de acción y reacción, que palabras más, palabras menos, dice que para cada acción existe una reacción igual y opuesta. Por lo tanto, lo que sucede en cada país en que se produce un estallido social es diferente; se inicia por una acción generalmente de parte de las autoridades gubernamentales y ante esa iniciativa la sociedad organizada reacciona de forma igual y opuesta. Luego lo ya sabido: el Estado desencadena la represión ante los reclamos ciudadanos quedando como saldo múltiples heridos, mutilados y pérdida de vidas.
Otro elemento a tomar en cuenta en esta ecuación es qué pasa con los grandes medios de comunicación. Generalmente brindan una gran cobertura de la reacción pero no se ocupan tanto de la acción. Nos muestran una realidad recortada, vista desde la óptica de los propietarios de esas empresas periodísticas, que por lo general responden a los mismos poderes políticos y económicos que están en consonancia con los más poderosos y/o con los gobiernos que ejercen la represión. La información la mantendrán en agenda mientras sirva a sus objetivos o hasta que consideren que ya no vende como noticia.
Hasta aquí parte del problema vinculado a lo mediático, entonces qué podemos hacer para solucionarlo. Mucho. Entre las iniciativas es imperioso apostar por la educación en general y a la educación para los medios en particular. Explicar a nuestros ciudadanos desprevenidos cuál es el rol de las grandes empresas de comunicación y darles las herramientas para decodificar los productos televisivos, radiales y escritos.
Fomentar iniciativas legales de desconcentración mediática y al mismo tiempo generar políticas de financiación para los medios de comunicación alternativos e independientes. Se trata de dar voz a todos los sectores de la sociedad y no permitir que haya un único relato hegemónico. Trabajar y mejorar las leyes de medios.
En el plano legal los legisladores deben avanzar en normativas que penen de alguna forma las fakes news, pero también deben establecer severos castigos para las acciones vinculadas a casos de lawfare, así como también de estrategias en redes sociales destinadas a la manipulación política, social y electoral. Los grandes medios de comunicación muchas veces actúan a modo de certificadores de este tipo de iniciativas. Existen ejemplos de sobra en el mundo entero.
Además es imperioso no perder el foco y continuar fortaleciendo la democracia. En situaciones de estallido social, de desprestigio de la política y los actores políticos se debilita la democracia como sistema y puede generarse la sensación de vacío de poder, que resulta ser un óptimo escenario para los gobiernos autoritarios y de facto.
Por lo tanto la militancia activa y la buena política juegan un rol fundamental en estas situaciones. El estar cara a cara con los ciudadanos, escuchando e interpretando sus demandas, funcionando como representante e integrante de la sociedad civil organizada y denunciando los desbordes de la represión.
Por último hacer nuestras las palabras de Malcom X: “si no estamos prevenidos ante los medios de comunicación, nos harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Publicado en:
El Siglo de Guatemala. Edición del 5 de febrero de 2020.
Prensa Objetiva de Guatemala. Edición del 5 de febrero de 2020.
Magangué Hoy de Colombia. Edición del 6 de febrero de 2020.
El Nuevo Diario de República Dominicana. Edición del 6 de febrero de 2020.
Los Andes de Ecuador. Edición del 6 de febrero de 2020.
Pueblo Guerrero de México. Edición del 6 de febrero de 2020.
El Periódico de Tarija, Bolivia. Edición del 7 de febrero de 2020.
Diario Extra de Costa Rica. Edición del 8 de febrero de 2020.
El Post Antillano de Puerto Rico. Edición del 9 de febrero de 2020.
El Hurón de España. Edición del 10 de febrero de 2020.
Nuestra República de Francia. Edición del 10 de febrero de 2020.
Monitor Económico de Baja California, México. Edición del 10 de febrero de 2020.
Diario Co Latino de El Salvador. Edición de 10 de febrero de 2020.
El Peruano de Perú. Edición del 12 de febrero de 2020.
Semanario Voces de Uruguay. Edición del 13 de febrero de 2020.
Tribuna de San Luis de México. Edición del 13 de febrero de 2020.
Sin dudas que la sentencia es atinada, pero más allá de lo que acontece en Chile también se están registrando estallidos sociales, en mayor o en menor medida, en otros países de la región, pero también en Europa, en Asia y en el mundo entero.
Es difícil encontrar una explicación a lo que acontece, pero buscando respuestas en la física –sí, en la física– nos encontramos con Isaac Newton y su principio de acción y reacción, que palabras más, palabras menos, dice que para cada acción existe una reacción igual y opuesta. Por lo tanto, lo que sucede en cada país en que se produce un estallido social es diferente; se inicia por una acción generalmente de parte de las autoridades gubernamentales y ante esa iniciativa la sociedad organizada reacciona de forma igual y opuesta. Luego lo ya sabido: el Estado desencadena la represión ante los reclamos ciudadanos quedando como saldo múltiples heridos, mutilados y pérdida de vidas.
Otro elemento a tomar en cuenta en esta ecuación es qué pasa con los grandes medios de comunicación. Generalmente brindan una gran cobertura de la reacción pero no se ocupan tanto de la acción. Nos muestran una realidad recortada, vista desde la óptica de los propietarios de esas empresas periodísticas, que por lo general responden a los mismos poderes políticos y económicos que están en consonancia con los más poderosos y/o con los gobiernos que ejercen la represión. La información la mantendrán en agenda mientras sirva a sus objetivos o hasta que consideren que ya no vende como noticia.
Hasta aquí parte del problema vinculado a lo mediático, entonces qué podemos hacer para solucionarlo. Mucho. Entre las iniciativas es imperioso apostar por la educación en general y a la educación para los medios en particular. Explicar a nuestros ciudadanos desprevenidos cuál es el rol de las grandes empresas de comunicación y darles las herramientas para decodificar los productos televisivos, radiales y escritos.
Fomentar iniciativas legales de desconcentración mediática y al mismo tiempo generar políticas de financiación para los medios de comunicación alternativos e independientes. Se trata de dar voz a todos los sectores de la sociedad y no permitir que haya un único relato hegemónico. Trabajar y mejorar las leyes de medios.
En el plano legal los legisladores deben avanzar en normativas que penen de alguna forma las fakes news, pero también deben establecer severos castigos para las acciones vinculadas a casos de lawfare, así como también de estrategias en redes sociales destinadas a la manipulación política, social y electoral. Los grandes medios de comunicación muchas veces actúan a modo de certificadores de este tipo de iniciativas. Existen ejemplos de sobra en el mundo entero.
Además es imperioso no perder el foco y continuar fortaleciendo la democracia. En situaciones de estallido social, de desprestigio de la política y los actores políticos se debilita la democracia como sistema y puede generarse la sensación de vacío de poder, que resulta ser un óptimo escenario para los gobiernos autoritarios y de facto.
Por lo tanto la militancia activa y la buena política juegan un rol fundamental en estas situaciones. El estar cara a cara con los ciudadanos, escuchando e interpretando sus demandas, funcionando como representante e integrante de la sociedad civil organizada y denunciando los desbordes de la represión.
Por último hacer nuestras las palabras de Malcom X: “si no estamos prevenidos ante los medios de comunicación, nos harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Publicado en:
El Siglo de Guatemala. Edición del 5 de febrero de 2020.
Prensa Objetiva de Guatemala. Edición del 5 de febrero de 2020.
Magangué Hoy de Colombia. Edición del 6 de febrero de 2020.
El Nuevo Diario de República Dominicana. Edición del 6 de febrero de 2020.
Los Andes de Ecuador. Edición del 6 de febrero de 2020.
Pueblo Guerrero de México. Edición del 6 de febrero de 2020.
El Periódico de Tarija, Bolivia. Edición del 7 de febrero de 2020.
Diario Extra de Costa Rica. Edición del 8 de febrero de 2020.
El Post Antillano de Puerto Rico. Edición del 9 de febrero de 2020.
El Hurón de España. Edición del 10 de febrero de 2020.
Nuestra República de Francia. Edición del 10 de febrero de 2020.
Monitor Económico de Baja California, México. Edición del 10 de febrero de 2020.
Diario Co Latino de El Salvador. Edición de 10 de febrero de 2020.
El Peruano de Perú. Edición del 12 de febrero de 2020.
Semanario Voces de Uruguay. Edición del 13 de febrero de 2020.
Tribuna de San Luis de México. Edición del 13 de febrero de 2020.
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