El triunfo de Gabriel Boric en el balotaje chileno del pasado domingo 19 de diciembre, se constituye en un acontecimiento muy relevante no solo en su país, sino también en toda América Latina y que, además, trasciende el plano de lo electoral.
Varias son las lecturas que han surgido desde la primera vuelta de las presidenciales, entre ellas, una de las más importantes a nivel nacional es el fin del bipartidismo histórico que ha gobernado Chile desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990. Por primera vez ambas coaliciones de derecha – centroderecha y de izquierda – centroizquierda ni siquiera llegaban al balotaje. En cambio, el Frente Amplio, con raíces en la militancia estudiantil y con el antecedente de haber logrado una muy buena votación en los comicios de 2017; y el Partido Republicano, fundado en 2019 por José Antonio Kast para competir en estas elecciones, resultaron los preferidos de la ciudadanía, superando a las tradicionales colectividades que lideraron las últimas tres décadas.
Una nueva era política amanece en Chile, con la aparición de nóveles protagonistas políticos, nuevos partidos en el gobierno y la oposición, pero sobre todo con una nueva Constitución que aparece en el horizonte inmediato –que debería ser aprobada en la presidencia de Boric– y que aparentemente tendrá un muy marcado énfasis progresista, tomando en cuenta la composición de los integrantes de la constituyente que se encuentra elaborando la carta magna.
Otra enseñanza que nos deja la última elección chilena es la consolidación de las fuerzas ultraderechistas en Chile y en la región, admiradoras y reivindicadoras de regímenes despóticos totalitarios que son identificados por las violaciones a los derechos humanos y que gobernaron fundamentalmente en las décadas del 70 y 80.
Kast no es un personaje aislado, sino que es otro caso más de un fenómeno mundial de auge de las derechas fascistas, como lo son Bolsonaro en Brasil, Vox en España, Zemmour y Le Pen en Francia o Trump en Estados Unidos. Colectivos conservadores ultranacionalistas, enemigos de la nueva agenda de derechos, pero fundamentalmente con visos racistas, machistas, homófobos y aporófobos, que han utilizado fuertemente estrategias basadas en fakes news en sus narrativas políticas y electorales.
La campaña electoral de Boric en Chile nos enseña un camino para confrontar y vencer el discurso de odio de estos colectivos que pululan en el mundo. Claro está que cada país y sistema político tiene su idiosincrasia, y que no existen fórmulas del éxito, pero la campaña de movilización realizada en el país trasandino, con la militancia en la calle, yendo casa a casa para hablar con los vecinos aparenta haber sido acertada, al igual que el mensaje de esperanza sobre el del miedo.
Pero en este juego de emociones el miedo es un instrumento que es utilizado por todas las partes. En el caso chileno los progresistas esgrimieron el miedo buscando la analogía entre Kast –hijo de un afiliado al partido nazi alemán y admirador de Pinochet– y el régimen del dictador trasandino; mientras que los derechistas utilizaron durante toda su campaña el miedo al comunismo, al que muchos medios de comunicación nacionales e internacionales se sumaron, polarizando una elección entre el candidato admirador de Pinochet y el candidato comunista, a sabiendas incluso de que Boric no es comunista, más allá de que este partido sí apoyó su candidatura.
Otro apunte valioso es la renovación de los líderes políticos progresistas a nivel continental. Luego de la era progresista latinoamericana, con figuras históricas como Lula Da Silva en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez y Pepe Mujica en Uruguay, Michelle Bachelet en Chile, Fernando Lugo en Paraguay, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia; Boric parece surgir como el principal relevo de las fuerzas progresistas.
Actualmente en Sudamérica hay cuatro gobiernos progresistas: Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia, Nicolás Maduro en Venezuela y Pedro Castillo en Perú, a los que se sumaría Boric en Chile en marzo de 2022, a quien le sobran condiciones para constituirse en uno de los principales líderes políticos de la nueva era progresista continental que comienza a vislumbrarse.
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