Las encuestas se equivocaron de nuevo, dijo el presentador de la televisión guatemalteca, en plena emisión del periodístico cuando estaba analizando los resultados electorales del pasado domingo, en donde los candidatos del progresismo local, Semilla, dieron un sorprendente batacazo en las urnas, para sorpresa de todos… o de algunos.
Hace años que
Guatemala está sumida en una crisis política de la que la mayoría de los medios
latinoamericanos no dan cuenta. En el sur del continente poco nos enteramos de
lo que acontece en Centroamérica y el Caribe, más allá de los shows
propagandísticos de la administración Bukele en El Salvador, o denuncias
puntuales vinculadas a los gobiernos de Cuba y Nicaragua, pero Guatemala,
Honduras, Panamá, Costa Rica y República Dominicana, entre otros, no forman
parte de las agendas periodísticas del sur. Paradójicamente para saber qué
sucede en estas naciones debemos acudir a la televisión española, la alemana y
la francesa, así las cosas.
Lo cierto es que
Guatemala es uno de los países más corruptos de la región, una nación que tiene
presos políticos, con una Justicia al poder de los poderosos de turno y un
sistema electoral que no brinda demasiadas garantías. A este escenario, o
quizás producto de, debemos sumarle que, según las investigaciones del
Latinobarómetro, sus instituciones en general no gozan de buena reputación,
entre ellas los partidos políticos, así como tampoco los habitantes del país
creen mucho en la democracia en general.
Las encuestas
–que según el presentador televisivo se equivocaron otra vez– aseguraban que
había tres candidatos a la presidencia que eran los que dirimirían la elección:
Sandra Torres (UNE) exesposa del expresidente Álvaro Colom, una mujer que venía
desde la socialdemocracia, pero se ha convertido al conservadurismo; el
centroderechista Edmond Mulet y Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt.
Por puntillosas y
muy discutibles decisiones de las autoridades electorales, en el camino del
sillón presidencial quedaron varios candidatos, como fue el caso de Carlos
Pineda, Roberto Arzú, Thelma Cabrera y Jordán Rodas; al igual que Juan
Francisco Solórzano Foppa para la alcaldía de Guatemala, quien realizó por
primera vez en la historia de este país centroamericano una coalición de
partidos progresistas para disputar el gobierno local, con Semilla, Winaq y
URNG.
Dejando de lado a
los arbitrariamente descalificados, fueron veintidós las opciones que tuvieron
los guatemaltecos para elegir al sucesor del devaluado presidente Alejandro
Giammatei, luego de una campaña en la que el oficialismo hizo sentir el rigor
del brazo de la Justicia y la autoridad electoral a políticos y periodistas (se
constataron reiteradas denuncias por acoso, hostigamiento y violaciones a la
libertad de expresión), los ciudadanos de este país decidieron.
La primera
lectura importante de la elección es el freno impuesto a los grupos de la
extrema derecha y a los colectivos más conservadores, más allá de los votos
recibidos por la UNE de Sandra Torres, que fue la fuerza más votada con un
15,8%, a pesar de que las encuestas le endosaban previamente un 21,3%, según
había publicado la semana previa el diario Prensa
Libre.
Una segunda
lectura es la atomización de candidatos y partidos políticos con una baja votación
de cada uno de ellos. Quizás se pueda trazar un paralelismo con lo acontecido
en Perú en las últimas elecciones presidenciales, en las que Pedro Castillo y
Keiko Fujimori llegaron al 19,09% y 13,37% respectivamente; porcentaje mayor
del que recibieron Torres (15,8%) y el candidato de Semilla, Bernardo Arévalo
(11,8%).
Estos números
indican que Guatemala tendrá un presidente que no fue elegido en primera
vuelta, como su primera opción, por lo menos, por el 85% de los ciudadanos. A
lo que debemos sumar, además, que el voto nulo o en blanco superó los
resultados obtenidos por los dos candidatos más votados: 24%.
En cuanto a las
sorpresas, hay que destacar lo del Movimiento Semilla, un colectivo
progresista, de carácter citadino y académico, que sin dudas se constituyó en
el gran triunfador de la jornada electoral, llegando por primera vez a un
balotaje presidencial, de la mano de Arévalo, obteniendo una numerosa bancada
congresual (23) y buena votación a nivel de gobiernos locales.
Un capítulo
aparte a destacar, a nivel de las elecciones locales, se dio en la capital, en
donde si bien el oficialismo unionista con Ricardo Quiñonez mantuvo el gobierno
por muy pocos votos, la histórica coalición de los partidos de izquierda y
centroizquierda conformada por Semilla, Winaq y URNG, cuyo candidato, Juan
Francisco Solórzano Foppa, fue inhabilitado a votar a pocas semanas de la
elección, y la responsabilidad de liderar al colectivo fue tomada por una de
las gratas sorpresas de la campaña, la arquitecta Ninotchka Matute, se
constituyó en la tercera fuerza, obteniendo un resultado inesperado para los
analistas.
A partir de ahora
vendrá la lucha por quedarse con la presidencia de Guatemala, que se dirimirá
el domingo 20 de agosto, coincidiendo con la misma jornada en que irán los
ecuatorianos a las urnas. Mucha agua deberá pasar por debajo del puente para
poder conquistar la indiferencia y reticencia del pueblo guatemalteco, hastiado
de administraciones que han gobernado para unos pocos privilegiados y que el
pasado domingo dieron una lección que no aparecía en las encuestas.
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