Suenan los primeros acordes de una guitarra con distorsión, la voz del cantante en sus primeras estrofas convoca al agite de un público expectante. Comienza el show. El rockstar, ataviado de campera de cuero negra y melena indomable sube desenfrenado al escenario, mueve sus brazos frenéticamente arengando a las masas enardecidas. Llegó el león.
Por los parlantes
se escucha en alto volumen el grupo de rock argentino La Renga. En un escenario
digno de los mejores conciertos, leones de fuego custodian al líder de masas
que propone un espectáculo digno de una buena noche de rock and roll.
El cantante toma
el micrófono y entona a capella:
“Hola a todos, yo soy el león. Rugió la bestia en medio de la avenida. Corrió
la casta, sin entender, panic show a
plena luz del día. Por favor, no huyan de mí yo soy el rey de un mundo perdido.
Soy el rey, te devoraré. Toda la casta es de mi apetito”.
No, no se trata
de un espectáculo musical, estamos describiendo los primeros minutos de un acto
político de masas, el del cierre de campaña del candidato a presidente
argentino por La Libertad Avanza, el nuevo fenómeno populista Javier Milei.
Posiblemente haya
sido el colectivo español Podemos, al surgir de las entrañas de un grupo de
indignados españoles en el año 2014, que llevó el término “casta” a la política,
en referencia a una elite de políticos, empresarios y personalidades que
ostentaban el poder y hacían mal uso del mismo. Actualmente la formación morada
ha eliminado el vocablo y lo ha sustituido por “la trama”.
Hoy es Vox, el
grupo ultraderechista español el que se apoderó de la palabra, pero varió el
significado, ya que está fundamentalmente focalizado hacia los colectivos LGTBI
y los sindicatos de trabajadores, que según ellos manejan la agenda política y
mediática, además de ostentar un gran poder.
El discurso de los
–ya no tan nuevos– colectivos ultraconservadores, que en su momento fueron
apadrinados por Steve Bannon, el estratega político de Donald Trump, entre los
que encontramos a Vox, han empezado a encontrar eco en América Latina. Entre
ellos podemos identificar el liderazgo de Jair Bolsonaro en Brasil y la región
entera, al que ahora también se suma el argentino Milei, quien en vivo realiza
unas puestas de escena realmente envidiables para muchos artistas de la cultura
espectáculo y trabaja formidablemente la construcción de su personaje asociado
a la figura de un león.
Este novedoso
fenómeno, que resultó el candidato más votado en las elecciones PASO de
Argentina del pasado domingo 13 de agosto, también tomó prestado el término de
la “casta”, que lo utiliza para referirse a todos los políticos de su país, que
desde su perspectiva son todos corruptos y ladrones. Es más, en su canal de
YouTube, este nuevo líder nos recibe con un mensaje que acompaña a su relato: “Los
políticos son unos parásitos”.
Claro está que
dentro del relato de Milei no se sostiene la contradicción que él también es un
político, y que no solo eso, sino que está postulando dentro de un sistema
democrático para ocupar el máximo cargo electivo al cual se puede aspirar en la
política de su país. Una de las tantas incongruencias de este tipo de
personajes.
El hecho de
haberse constituido en el candidato más votado de las elecciones primarias
argentinas del pasado domingo activó varias alarmas y despertó muchos
sentimientos de tristeza, frustración y preocupación de quienes entienden que
la política es la mejor herramienta que conocemos para generar cambios en las
sociedades y de los que promovemos que el sistema democrático es el mejor que
conocemos.
“Duele Argentina”,
fácilmente podría haberse convertido en trendig
topic en Twitter. Es que el triunfo de Milei, el apoyo a sus postulados por
más del 30% de los votantes argentinos, el respaldo a su discurso y su relato,
se constituye en una derrota de la política, es la continuada devaluación de
los partidos políticos como estructuras de participación democrática y también,
claro está, la sostenida pérdida de confianza que está padeciendo la democracia
en América Latina.
El problema no es
Milei, no es la persona, es lo que ella representa, y que viene precedido por
otros fenómenos que han hecho mucho mal en América Latina, como Jair Bolsonaro,
como Donald Trump o como Nayib Bukele en El Salvador, entre tantos otros que
han tomado esta fórmula populista que ahora la combinan con la política del
espectáculo y que tiene como objetivo tomar el poder político denostando la
política.
Pero si duele
Argentina, si nos duele América Latina y lo que sucede con este tipo de
colectivos en el mundo entero, tenemos que entender que el dolor es un síntoma,
y como todo síntoma, surge cuando algo está mal, cuando nos enfermamos. No es
culpa del dolor, es responsabilidad de los que han permitido que este
padecimiento aparezca.
Es que, si
existen estos grupos que están horadando la política desde dentro del mismo
sistema, si hay lugar para este tipo de propuestas, es porque hay ciudadanos
insatisfechos, hartos de quedar postergados y de no ver satisfechas sus
necesidades más básicas, como el alimento, la vivienda, el trabajo o la
seguridad, que al mismo tiempo observan cómo las elites mantienen sus
privilegios y viven cada vez mejor.
El surgimiento de
estos nuevos líderes populistas ya no son un hecho aislado, se están
convirtiendo en un dolor sostenido, que puede terminar constituyéndose en una
enfermedad delicada para la salud de la política y de nuestras democracias.
Semanario Voces de Uruguay, edición del 17 de agosto de 2023.
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