Apática elección, clima frío, poca presencia y un sinfín de clichés podrían escribirse sobre una jornada electoral en Uruguay que dejó resultados claros y algunas enseñanzas vinculadas a la participación que no podemos obviar.
El viejo liceo 17 sigue campante sobre la avenida Daniel Fernández Crespo, pero ya no es el viejo, es un remozado edificio que el pasado domingo 30 de junio esperaba a quienes tramitamos la credencial viviendo en el barrio de la Aguada. Ya nada queda de la antigua edificación, solo los recuerdos de quienes nos formamos en aquellos derruidos salones.
Una imagen del héroe José Gervasio Artigas, creada con inteligencia artificial, aguarda en una entrada que luce desierta. El frío se hace sentir en Montevideo. Puñados de militantes políticos circulan en las calles y ofrecen listas para votar a sus candidatos, pero con poco éxito.
No hay filas de personas que aguarden para sufragar. La jefa de la mesa de votación me dice que mi hermano votó recientemente. Sabe que es mi hermano porque no puede haber muchas personas con un apellido tan difícil, asegura. Voto. Saludo y salgo nuevamente a la fría ciudad, a la que la elección interna parece pasarle inadvertida.
Más tarde, en la radio se escucha a un dirigente político que cree estar realizando un sesudo análisis: la participación ciudadana de las elecciones internas rondó el 36%, es muy baja para Uruguay, cree que sin dudas se debe a que fue una campaña sin muchas propuestas ni estridencias. Más bien chata y aburrida…
La participación política se encuentra en baja, sí en Uruguay, pero también en el resto de la región. Recientemente, en los comicios dominicanos del pasado mes de mayo se dio un debate similar, pues la abstención había rondado el 44,71%, en un país en donde los partidos políticos son fuertes y la política en general se vive a flor de piel.
Uruguay y República Dominicana tienen algunas características similares, aunque no sean muy conocidas, entre ellas ser los dos países con los partidos políticos que inspiran más confianza en la región, los charrúas en primer lugar con un 33% y los caribeños secundando con un 28%, así como también estar por encima del promedio latinoamericano en cuanto a entender que la democracia es preferible a otra forma de gobierno. Claro está que el guarismo es excesivamente bajo.
Es que la región está en plena crisis política. El descrédito está campeando por el continente. Existe una tendencia que lleva más de una década que nos demuestra que la democracia no es un sistema que esté generando satisfacción a los latinoamericanos y que las instituciones sufren un enorme descrédito, fundamentalmente los legislativos, los gobiernos, los poderes judiciales y fundamentalmente los partidos políticos.
Pero estos problemas tienen sus causas, que fundamentalmente están vinculadas a las demandas insatisfechas de los ciudadanos del continente, que se vieron enfatizados aún más luego de la pandemia. El sistema político no ha dado respuestas firmes a las problemáticas laborales, de seguridad pública ni económicas en grandes segmentos de la sociedad y esto tiene sus consecuencias.
No podemos exigirle a quienes están descreyendo del sistema político y electoral que acudan en masa a votaciones partidarias, con colectivos con los que no se sienten identificados, y en comicios que no son de carácter obligatorio, por lo que el descenso de la participación resulta ser lógico y previsible.
En cuanto al resultado de las elecciones no se suscitaron sorpresas, ya que los favoritos de las encuestas se alzaron con el triunfo en las urnas. Las únicas sorpresas se dieron en la conformación de las fórmulas presidenciales, a excepción del Frente Amplio, quienes fueron los primeros en anunciar la dupla de Yamandú Orsi y Carolina Cosse, en la misma jornada electoral.
En el oficialista Partido Nacional el anuncio de la fórmula resultó al menos traumático, si nos referimos a los abucheos, gestos adustos y posteriores declaraciones mediáticas de dirigentes políticos blancos. Álvaro Delgado y Valeria Ripoll serán los encargados de buscar la reelección de un partido, cuya administración se ha visto sacudida por varios casos de irregularidades.
Finalmente, en el Partido Colorado, Andrés Ojeda y Robert Silva, en una fórmula no paritaria buscarán revivir a un histórico colectivo partidario que se encuentra demasiado venido a menos.
Pero en cuanto a la denunciada “baja participación” que se habló en medios de comunicación y en las esquinas del Uruguay, toca asumir responsabilidades, de parte de los políticos y de los ciudadanos. Los políticos deberán trabajar en la mejora de las imágenes partidarias y gubernamentales, además de generar reputaciones más limpias; al tiempo que los ciudadanos deben tomar sus espacios de participación, en donde sea, en colectivos políticos, sindicales, sociales o donde toque.
De todos es la misión de honrar y mejorar la política, y eso lo logramos con la base de una amplia participación, ya que la política sigue siendo y será la única herramienta que tenemos para generar los cambios que nuestros pueblos requieren.
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