¿Quién es nadie?

El Frente Amplio es el principal partido político del Uruguay, una fuerza democrática que llegó al gobierno, primero departamental en Montevideo y luego nacional, gracias a la fuerza de sus votos, de un pueblo que mayoritariamente se decidió por esa opción.

Hoy la izquierda nuevamente convoca a su militancia para elegir la conducción de su fuerza política, y otra vez recurre al sistema que lo llevó al gobierno: la democracia. Sí, el Frente Amplio convoca a todos sus adherentes a votar para elegir a su presidente y a sus organismos de dirección nacionales y departamentales.

Por primera vez en la historia del Uruguay un partido político consulta a todos sus votantes y jóvenes simpatizantes, ya que pueden votar los mayores de 14 años, para definir las máximas responsabilidades de su fuerza política.

Tal como establece el sistema democrático será la mayoría la que decidirá quién va a ser el presidente del Frente Amplio y en qué porcentajes los grupos políticos participarán de los organismos de conducción.

Las reglas de juego de la democracia son claras, quienes están habilitados votan y deciden a su parecer. En ese sentido es que me sorprenden las declaraciones de algún multifacético y devaluado operador político que promociona ignorar a las mayorías.

El caso es que, debido a que el presidente de la República es José Mujica, y es orgánico del Movimiento de Participación Popular, para algunos, sería nocivo que quien ocupe la presidencia del Frente Amplio sea del mismo sector del mandatario.

Una pregunta que debemos hacernos, y que linda con la ridiculez, es si Mujica es el presidente de la República, elegido democráticamente por los uruguayos (mayoritariamente por frenteamplistas de todos los pelos) o un operador del MPP y que ambas partes pretenden copar estructuras.

La respuesta es clara, más aún cuando se ha trabajado desde la primera hora en esta administración por un gobierno de Unidad Nacional, que no solo trascienda su sector sino al mismo Frente Amplio para incluir a todos los partidos políticos de la oposición. Y por otro lado cuando no existe ningún sector político capaz de obtener la totalidad de los votos de los frenteamplistas y por ende ocupar todos los puestos disponibles en los organismos de dirección.

Por otro lado, un segundo cuestionamiento a la malintencionada teoría que surge es si no es lo ideal que gobierno y fuerza política trabajen independientemente cada uno, cumpliendo claramente con su rol, pero en la mayor sintonía posible entre ambos presidentes, trascendiendo el signo político partidario, o no.

El tercer pensamiento que aparece es por qué debemos pedirle a las mayorías que no participen o que no ejerzan cargos de dirección, cuando la democracia es el gobierno del pueblo que expresa sus decisiones de esta forma, o sea, por mayoría.

Quienes creemos en la democracia y en la participación de la ciudadanía dejamos libremente al pueblo que se exprese. Valoramos positivamente su sabiduría a la hora de elegir, más allá que ocasionalmente estemos de acuerdo o no con el resultado.

Resulta además un tanto paradójico afirmar que determinada mayoría no puede tomar la Presidencia y masivamente los órganos de conducción del Frente Amplio, porque “nadie quiere eso”. Entonces, si la mayoría quiere algo y nadie quiere que eso suceda, ¿quién es nadie?

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