Un objeto vale más que mil palabras

No se puede no comunicar. Esta máxima, que parece de Perogrullo, significa que todo lo que hagamos, y también lo que no hagamos, está comunicando algo a alguien. Refiere a nuestro discurso y a nuestros actos, a la comunicación verbal y también a la no verbal.
Dice la española Lourdes Martín Salgado en su libro Marketing Político. Arte y ciencia de la persuasión en democracia, que la comunicación no verbal es una herramienta esencial para persuadir, y la define como todo aquello que llega de una persona a otra en un intercambio comunicativo además de las palabras.
La comunicación no verbal es un elemento que se hace presente en quien realiza un acto discursivo, a sabiendas o no del actor político, y en el marco de una estrategia o, en ocasiones, por pura casualidad del emisor.
El comunicador comunitario uruguayo Mario Kaplún sostenía que podemos publicar un periódico, insistir, presionar para que lo compren, podemos hasta regalarlo, pero no podemos obligar a nadie a leerlo. Por lo tanto, el político puede tener el mejor mensaje para transmitir, un gran discurso, pero si no logra comunicarlo adecuadamente, el ciudadano no podrá decodificarlo y en ocasiones, incluso, el destinatario al que se apuntaba no se enterará siquiera.
Es fundamental entonces la función del asesor en comunicación política, trabajando junto al actor político en la elaboración y presentación del mensaje, teniendo en cuenta el discurso, la comunicación verbal y no verbal del mismo y el público objetivo, con el objetivo de llegar al receptor de la mejor forma posible.

Con los ojos vendados 

El pasado 11 de agosto la diputada del Partido Nacional Gloria Rodríguez interpeló a la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi. Antes de la sesión parlamentaria, la legisladora repartió vendas a los representantes que se encontraban en sala y durante su presentación se vendó los ojos e instó a sus colegas a hacer lo mismo, con el objetivo de ponerse en el lugar de las personas no videntes.
La acción, catalogada de demagógica por el oficialismo, no fue acompañada ni siquiera por sus correligionarios partidarios, por lo que solo la diputada se vendó, durante algunos segundos, los ojos. Quizás se puede afirmar que si la bancada opositora en su totalidad hubiera acompañado la acción el efecto habría tenido mayor impacto, pero no menos cierto es que ese hecho, de comunicación no verbal y utilización de objetos durante el debate, fue lo que llamó la atención de los medios de comunicación.
En este caso fue un objeto lo que ayudó a comunicar una idea, pero volviendo a la premisa de no se puede no comunicar, el resto de la situación también comunicó: que los legisladores de la oposición no se hayan puesto la venda que proponía una de las integrantes de su bancada, que el oficialismo tildara de demagógica la iniciativa y el perpetuo silencio de muchos parlamentarios, porque también nos están comunicando algo aquellos legisladores que nunca hablan en Cámara.
La comunicación no verbal, y específicamente el uso de objetos, es una herramienta que ayuda mucho a fijar ideas, fundamentalmente en el discurso político, y que capta poderosamente la atención de los medios de comunicación.
En el último tiempo, este tipo de estrategias se ha visto multiplicada en los debates políticos, incluso en algunas situaciones quienes debaten se entregan objetos entre sí, tal como acontece con el intercambio de banderines que realizan los futbolistas previo a los partidos.

Qué bomba, señores

El 30 de mayo de 1973 Nacional le ganó 7 a 0 a Racing en el Estadio Centenario, el séptimo gol fue obra de Manga, de arco a arco, un golero brasileño que en ese entonces defendía el arco tricolor. Debido a las inclemencias del tiempo había muy poca gente en el Estadio Centenario, pero eso no ha sido impedimento para que muchos más que los que estaban presentes nos narren aún hoy cómo fue ese gol. El hecho se convirtió en leyenda y como tal pertenece ya a todo un país.
Ese mismo 30 de mayo de 1973 el Ñato Eleuterio Fernández Huidobro estaba preso, era uno de los nueve rehenes tupamaros de la dictadura cívico-militar uruguaya. Algunos años después, ya en libertad y con el país en democracia, protagonizó un debate televisivo, en el que participaba junto con el pachequista Pablo Millor.
El debate fue televisado en directo por canal 12 y contó con la conducción del periodista Néber Araújo. Si bien es difícil acceder a los registros del debate –en mi caso particular reconozco que nunca lo he visto–, quienes lo vieron pueden diferir mucho sobre la temática del mismo, pero en lo que no existe ninguna duda, fue que en determinado momento Fernández Huidobro sacó de su bolsillo una granada y la puso arriba de la mesa: esta es una “granada pachequista”, dijo, ante el estupor de todos los que estaban presentes en el estudio.
Este hecho, seguramente al igual que el gol de Manga, no fueron tantos los que lo vieron, pero son muchos los que lo narran y ya es parte viva de la historia política de nuestro país. No podemos reproducir exactamente el contenido del debate, pero sí quedó fija una idea: la granada pachequista.
Con los años Fernández Huidobro se transformó en un gran polemista y en un político que manejó la comunicación verbal y no verbal como pocos. Y si a comunicación no verbal se refiere este artículo finalmente dejemos hablar solo a los objetos presentes en el velatorio del exministro –dejando de lado la circunstancia que se trató del velorio de un líder tupamaro en el Ministerio de Defensa–: un Pabellón Nacional, una bandera del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros y una de Peñarol cubrieron el ataúd; una bufanda y una botella de Espinillar lo acompañaron a su tumba.

Publicado en semanario Voces. Edición del 18 de agosto de 2016.

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