La bandera de Sebastián

Hay imágenes que marcan la historia de un país, de una sociedad en particular o incluso de la humanidad. La mayoría de las personas tenemos muy presentes, por ejemplo, la imagen del hombre pisando la luna, la del hombre que enfrentó a los tanques chinos en la plaza de Tiananmén o a la niña vietnamita corriendo desnuda tras haber sido víctima del napalm.
Es que, como dice el dicho popular, “una imagen vale más que mil palabras”. Si bien no podemos cuantificar exactamente el valor de esta afirmación, sí podemos asegurar que las imágenes comunican mucho.
El valor de la imagen en la política es fundamental. Por ejemplo, se afirma que el líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, Luiz Inácio Lula de Silva, no fue presidente hasta tanto la sociedad no lo vio vestido de traje. Ataviado de terno un segmento de votantes brasileños se hizo a la idea que así sí se adecuaba a la figura que revestía –para ellos– el cargo a ocupar.
Hay imágenes que generan hechos políticos y marcan la historia de la humanidad. En muchas ocasiones son casuales y en otras planificadas, forman parte de la estrategia del líder, del partido o de la nación, buscan alcanzar un objetivo determinado en una campaña electoral, dentro de la comunicación de gobierno, etc.
Un ejemplo muy claro –y bochornoso– de esto se dio el pasado 28 de setiembre, cuando se celebró en la Casa Blanca una reunión entre los presidentes Donald Trump y su par chileno Sebastián Piñera. En la ocasión, el mandatario latinoamericano exhibió una imagen de una bandera estadounidense que incluía una pequeña bandera chilena formada por dos de las franjas del estandarte norteamericano y la última de sus estrellas.
La bandera seguramente sea el símbolo máximo que tiene una nación. Forma parte de la identidad de un país. Pocas cosas nos causan más emoción que ver ondear nuestra bandera o escuchar el Himno patrio cuando estamos en el exterior. Además tiene la característica de representar a todos los ciudadanos de un país, más allá de ideologías políticas.
Pueden encontrarse muchos significados dentro de la imagen que presentó Piñera al mundo. Quizás el principal refiera a la soberanía. Chile es un país libre e independiente, tiene su propia bandera. Pues bien, es habitual en muchas colonias del mundo –o países que fueron colonizados– tener dentro de su bandera la representación del país imperialista.
Las estrellas de la bandera de Estados Unidos además representan a los cincuenta estados que componen este país, por lo que haber seleccionado la última de las estrellas estaría convirtiendo a Chile en el último de los territorios dependientes del gobierno norteamericano. Mientras que las dos barras significan las colonias que formaban Estados Unidos al momento de independizarse del Reino Unido.
La sumisión de un país a otro quedó reflejada en la imagen, el hecho de querer ser parte de la simbología estadounidense, al punto de forzar el diseño del emblema norteamericano. Además también pueden realizarse innumerables lecturas políticas del hecho, que seguramente no representa mayoritariamente el pensar ni el sentir del pueblo chileno ni latinoamericano.
Piñera explicó posteriormente que el objetivo de su mensaje fue que “Chile está en el corazón de Estados Unidos”, situación además que no es ratificada por la política exterior que impulsa la Casa Blanca.
Haber mostrado esa bandera en el cónclave nos asegura que el hecho estuvo planificado, lo cual agrava la situación, porque alguien pensó en el objetivo a alcanzar y en el significado de la acción.
Todo hecho se convierte en una acción de comunicación, por lo que cada situación que generamos en política trae aparejadas consecuencias, que en ocasiones, cuando no se miden profesionalmente, pueden ser lesivas para un pueblo, para la imagen y reputación de un país e incluso para el futuro de un político.

Publicado en El Siglo de Guatemala. Edición del 3 de octubre de 2018.
Publicado en Hispan TV. Edición del 4 de octubre de 2018.
Publicado en Kaos en la Red. Edición del 5 de octubre de 2018.

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